miércoles, 1 de agosto de 2012

ARTÍCULO | El niño que no juega


El juego es tan importante para el niño como dormir de forma adecuada. Un niño que no juega es un niño que tiene deficiencias a la hora de relacionarse con los otros y dificultades en el desarrollo de las capacidades de percepción, coordinación y motricidad, entre otras.

En los Derechos de la Infancia, postulados en 1959 por la Asamblea General de las Naciones Unidas y certificados en 1990 por el Parlamento Español, se dice que "jugar es un derecho de la infancia y los adultos hemos de velar por su cumplimiento en todos y cada uno de los niños y niñas", aunque en algunas situaciones haya serias dificultades para el desarrollo de esta actividad. 

Existen dos motivos principales por los que los niños no practican actividades lúdicas de forma normal: 
  • La falta de recursos apropiados. En los ambientes socioculturales más deprimidos los niños pueden tener dificultades para desarrollar sus juegos, sobre todo por la escasez de espacios adecuado para tal fin. En los últimos tiempos estas dificultades se han intentado subsanar mediante la creación de zonas públicas destinadas al ocio infantil. 
  • Las discapacidades o enfermedades. Cada vez son más los hospitales con zonas lúdicas o recursos que facilitan el acceso al juego de los niños ingresados. Para los casos de pequeños con discapacidades, ya sean de movilidad, auditivas o visuales, hay que adaptar los juegos a sus necesidades y facilitarles los medios apropiados para su realización. 
Los niños sin carencias socioculturales ni discapacidades no suelen tener problemas para realizar actividades, lúdicas, si bien en algunos casos la falta de juego se puede asociar a algunas patologías psicológicas como la depresión. Entre los síntomas asociados a la depresión infantil se encuentran el aburrimiento constante, la falta de energía y la pérdida de interés por las actividades y juegos. 

Aunque es un trastorno poco frecuente, la depresión también se puede dar en los niños más pequeños, incluso en los bebés, y es la característica principal la apatía y la inhibición en la iniciativa. El bebé deprimido sonríe muy poco o no sonríe, no parece responder a los estímulos y no reacciona si se le deja con un extraño; permanece quieto en su cuna. 

Ante cualquier sospecha o indicio de que el niño no atiende a los estímulos lúdicos se debe consultar con un especialista con el fin de descartar alguna patología. No hay que alarmarse, sobre todo si atraviesa un periodo de enfermedad vírica o infecciosa, ya que en este caso la actividad lúdica disminuye o incluso desaparece.

FUENTE | El manual de Supernanny, Ed: El Pais, 2007

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